Tercera parte: LA AVENTURA DE PERSEO
Perseo y Hermes
Al despertar al día siguiente, Perseo se encontraba preocupado y confundido, sin saber por dónde comenzar su peligroso viaje. Hermes, el protector de los viajeros, decidió brindarle su ayuda.
Sin embargo, había un desafío que enfrentar: Hermes desconocía la ubicación exacta de Medusa y sus temibles hermanas Gorgonas.
Afortunadamente, existían tres brujas conocidas como las Grayas, quienes poseían el conocimiento necesario para encontrar a las Gorgonas.
Las Grayas, en su enojo y confusión, no podían ver a Perseo y gritaban demandando el retorno de su ojo y su diente.
Perseo propuso un trato: devolvería los objetos a cambio de que revelaran la ubicación de Medusa y le proporcionaran los tres objetos necesarios para derrotarla.
Las Grayas, en su desesperación por recuperar su visión, revelaron que Medusa vivía en una cueva en el confín del mundo, más allá de las tierras del gigante Atlas.
Perseo y las Ninfas
Perseo, después de alejarse de las Grayas, se encontraba confundido sin saber qué camino seguir para llegar al confín de la tierra donde habitaba Medusa.
Sin embargo, al examinar los tres objetos, optó por utilizar las sandalias voladoras, las cuales, con su conocimiento innato, lo llevarían a través de bosques y ríos.
Finalmente, llegó a un lugar hermoso habitado por las encantadoras Ninfas, divinidades protectoras de la naturaleza. Las Ninfas decidieron brindar su ayuda a Perseo, revelándole la ubicación de la entrada a la cueva de Medusa.
Perseo, agradecido por la información brindada, se despide de las Ninfas y prosigue su vuelo en busca del encuentro final con Medusa.
Perseo y Atenea
Perseo, finalmente, llegó a la temida cueva de Medusa, cuya entrada se encontraba rodeada de estatuas petrificadas.
Estas representaban a todas las personas y animales que habían osado mirar a los ojos a Medusa y habían sido convertidos en piedra por su mirada mortal.
Consciente de que debía idear un plan para acabar con Medusa sin caer bajo su influencia, Perseo recurrió a la valiente y sabia diosa Atenea. De repente, una luz brillante iluminó la entrada de la cueva y la diosa Atenea apareció para ofrecer su ayuda.
Atenea, conocida por su protección a los guerreros, decidió prestarle a Perseo su escudo, el cual brillaba intensamente, asemejándose a un espejo redondo.
Atenea le indicó a Perseo que mirara a Medusa a través del escudo, evitando el contacto directo con sus ojos. Este era el plan que Perseo necesitaba para enfrentar a la temible Gorgona.
Perseo y Medusa
Equipado con todos los objetos que había recibido durante su arduo viaje, Perseo ingresó a la cueva. Entre estos objetos se encontraban el escudo de Atenea, la espada de oro de Hermes, el bolso mágico, el casco de invisibilidad y las sandalias voladoras.
En el interior de la cueva, Medusa y sus hermanas Gorgonas dormían. Aunque Perseo sentía miedo ante la presencia monstruosa de las Gorgonas, decidió actuar con valentía y cautela.
Utilizando el reflejo del escudo de Atenea como un espejo, dirigió su espada de oro hacia Medusa y le cortó la cabeza. Rápidamente, Perseo guardó la cabeza decapitada de Medusa en el bolso mágico. A pesar de estar separada de su cuerpo, la cabeza de Medusa aún mantenía su poder, convirtiendo en piedra a aquellos que se atrevieran a mirarla a los ojos.
La sangre derramada por la cabeza de Medusa, oscura y misteriosa, adquirió un poder mágico.
Perseo y Atlas
Tras su enfrentamiento con Medusa, Perseo se dirigió al lugar donde residía el gigante Atlas.
Agotado por todas las hazañas vividas, Perseo ansiaba descansar. Atlas, condenado por el dios Zeus a cargar el cielo sobre sus hombros como castigo, observó a Perseo y trató de expulsarlo de su territorio. Sin embargo, al escuchar el relato de las aventuras de Perseo, Atlas, exhausto de su eterno suplicio, solicitó su ayuda.
Atlas le pidió a Perseo que lo transformara en una montaña para liberarlo de su pesada carga.
Perseo, sacando la cabeza de Medusa del bolso mágico, cumplió el pedido de Atlas, convirtiéndolo en piedra y aliviando su inmenso sufrimiento.
Perseo tomó un merecido descanso y al amanecer, emprendió su viaje de regreso al reino de Polidectes.
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