Sexta parte: LA PITONISA TENÍA RAZÓN
Acrisio, el abuelo de Perseo, se había refugiado en la ciudad de Larisa para escapar de su nieto. En Larisa, se celebraban regularmente partidos y competencias deportivas que atraían a numerosos espectadores.
En uno de esos eventos, Acrisio presenció la disciplina del lanzamiento de disco y notó a lo lejos a un joven atleta destacado. Intrigado, Acrisio preguntó a otro espectador por qué el joven se alejaba tanto antes de lanzar el disco.
El espectador explicó que el atleta temía herir a alguien debido a su increíble fuerza. ¡Ese joven atleta era Perseo!
Acrisio recordó la profecía que tanto temía, sintiendo un gran miedo y angustia. Sin pensarlo dos veces, decidió huir precipitadamente.
Mientras tanto, Perseo había lanzado el disco con gran potencia, pero sin intención alguna de hacer daño. Trágicamente, el disco golpeó a Acrisio en la cabeza, causándole la muerte de manera inesperada.
Perseo quedó sumido en una profunda tristeza y culpa por haber sido involuntariamente responsable de la muerte de su abuelo. Sin embargo, su madre, Dánae, le recordó que fue un trágico accidente y que no debía cargar con la culpa.
La verdad es que la Pitonisa había profetizado mucho tiempo atrás que uno de los nietos de Acrisio sería quien acabaría con su vida. Acrisio encontró su fatídico destino debido a la fuerza descomunal con la que Perseo lanzó el disco.
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